Parece mentira que hasta no hace mucho tiempo, cuando nos referíamos al término contacto, generalmente era una referencia alusiva al título del libro escrito por Carl Sagan o a la película homónima que relata la experiencia del primer contacto humano con civilizaciones extraterrestres. Sin embargo, en la actualidad, y especialmente desde la pandemia, la palabra contacto se resignificó para nosotros.
La herida que abrió el COVID a nivel social en el mundo es mucho más grave que las consecuencias sanitarias. Hizo que las personas perdieran gran parte del contacto físico, tan natural y valorado en la especie humana. A causa de la amenaza que representaba la pandemia, hubo que tomar decisiones desesperadas para que el mundo no colapsara y siguiera en movimiento.
Esto desencadenó un proceso de aceleración de la transformación digital que ya se venía gestando gradualmente desde hace dos décadas. Las herramientas digitales comenzaron a ser más habituales en las empresas, por lo que el contacto que brindaba la presencialidad se diluyó con el trabajo remoto. Pasamos de ser personas compartiendo una mesa de oficina a avatares conectados a una red.
Es por eso que, de seguir avanzando la tecnologización, ante la inminente reducción de contacto, el desafío del futuro para las empresas será integrar las ideas de las personas aunque se encuentren físicamente distantes. Este será el tema que nos convoca a la reflexión en el presente artículo.
¿Por qué no debería perderse el contacto humano en las empresas?
Aunque el trabajo remoto y las tecnologías no dejan dudas sobre su efectividad a nivel productivo y que han permitido avanzar a muchas empresas durante la pandemia, no debemos olvidar el vínculo que podemos establecer entre las personas cuando compartimos un espacio físico.
Esto va mucho más allá del seguimiento de las tareas que realizan los colaboradores, va más allá de los horarios flexibles (que son necesarios), se trata simplemente de interactuar desde las experiencias humanas y que la tecnología sea el medio para alcanzar un objetivo o mejora, pero no el fin en sí mismo. Siempre antes que la tecnología estarán las personas, y sin personas que apliquen instrucciones la tecnología no funciona como organismo autónomo.
Además, que la tecnología permite automatizar muchas tareas no significa que el trabajo humano se pierda y que las personas son prescindibles en el espacio de trabajo. De hecho, las herramientas tecnológicas sirven como complemento del trabajo que realizan las personas, por lo que la tecnología suma eficiencia a las actividades diarias, no opaca las habilidades naturales de la gente.
Seguramente, llegará el día en que los líderes empresariales dejarán de mirar de reojo al trabajo remoto y lo implementarán en sus empresas. Las más desconfiadas, lo harán cuando el mercado lance herramientas de vigilancia lo suficientemente efectivas y sutiles como para garantizar la productividad de los trabajadores fuera de la oficina. Otras ya lo están haciendo y han naturalizado el hecho de trabajar sin contacto, lo que puede ser contraproducente si se lleva al extremo.
Como hemos afirmado en reiteradas oportunidades, el trabajo remoto es bueno en su justa medida, el trabajo presencial es bueno en su justa medida. Cuando el trabajo presencial era la normalidad, las personas naturalizaban el estrés que padecían por ir todos los días a la oficina y “cuidar el presentismo”. Había una suerte de aceptación de estas condiciones inamovibles del trabajo presencial previo a la pandemia. Hoy, si algo bueno ha generado la pandemia, es cambiar eso.
Ahora bien, si se decidiera de pronto solo trabajar remotamente, otra vez el equilibrio logrado se vería alterado por una postura extrema que, en este caso, conduciría al ostracismo y la pérdida de contacto saludable entre las personas, vital para el adecuado funcionamiento en sociedad.
¿Qué desafíos en el futuro se deberían plantear las empresas con la pérdida de contacto?
Lo amenazante en estos momentos es la sugerencia de que todo es posible sin contacto. El avance de la tecnología así lo está demostrando. Sin embargo, aunque esto sea verdad, no es saludable acostumbrarnos a la falta de interacción. El metaverso es la representación más actualizada de que los líderes más influyentes del mundo, como Mark Zuckerberg, tienen el objetivo de convertir el mundo físico en una realidad virtual donde no existan los límites físicos de las largas distancias, pero sin relacionarse físicamente.
Frente a un mundo que puede configurarse digital casi en su totalidad, el mayor desafío en las empresas es evitar que esto dinamite las relaciones humanas. Hoy en día, las personas solteras deciden conocer gente a través de Tinder e Instagram, y muchas parejas se forman primero desde la virtualidad antes de conocerse personalmente. Del mismo modo, muchas empresas están contratando trabajadores que ni se conocen entre sí.
Aunque esta realidad sea lo esperable, no se debe sacrificar el contacto humano, mínimamente, para que la tecnología mantenga el lugar de herramienta que ayuda a las personas y no ocupen el lugar de las personas. Para lograr esto, es fundamental tener presente el valor de las personas para el crecimiento de las organizaciones. Si ponemos a las personas en el centro en todo momento, la tecnología de forma natural se adaptará al espacio que le corresponde como instrumento de progreso.
¿Qué podemos hacer para que el contacto se pierda? Dijo Aristóteles: “El ser humano es un ser social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar o es mal humano o más que humano . La sociedad es por naturaleza anterior al individuo el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios”.
Por consiguiente, puesto que estamos muy lejos de ser dioses y nadie quiere ser un mal humano, no podemos renegar del contacto social, y las herramientas digitales de comunicación, si bien ayudan a conocer personas, desalienta el contacto físico porque nos acostumbra a las relaciones frías a la distancia, poniendo la imagen de una persona en una pantalla al mismo nivel que si esa persona estuviera frente a frente.
En una sociedad futura en la que se espera que el mundo esté completamente conectado a través de internet y que prácticamente todo pueda ser realizado con tecnología, las empresas deberán tener presente que la vida no es un simulador virtual y que las verdaderas transformaciones se efectúan solo en el mundo físico y a través del contacto real entre las personas. Por eso, es necesario mantener el contacto, comunicarse y formar parte de algo mayor a uno mismo para apalancar una empresa hacia el éxito y asegurar su permanencia en el futuro.
En pocas palabras, cuando hablamos de contacto, el desafío del futuro será lograr que no desaparezca, incluso si todas las personas trabajan en remoto. Con el paso de los años, no perdamos la sana costumbre de agendar una reunión presencial, de tomarnos un café con un colega o cliente, de trabajar en equipo compartiendo un mismo espacio físico. Solo de esa forma, al final del día, podremos ser para los que nos rodean más que avatares de computadora.
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