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• La Inteligencia Artificial y sus increíbles aplicaciones en las elecciones: desde Google Street View hasta los deep fakes

La inteligencia artificial (IA) es una de las tecnologías más avanzadas y prometedoras de nuestro tiempo. Su capacidad para procesar grandes cantidades de datos, aprender de ellos y generar predicciones ha abierto nuevas posibilidades en diversos campos, como la medicina, la educación, la seguridad o la política.

En este último ámbito, la IA ha demostrado tener un potencial enorme para analizar el comportamiento electoral de los ciudadanos y anticipar los resultados de las votaciones. Algunos ejemplos de cómo se está utilizando la IA para este fin son los siguientes:

- Un estudio de la Universidad Brigham Young de Utah, Estados Unidos, creó personajes artificiales con rasgos sociales definidos, como raza, edad, ideología y religión, y les hizo votar en las elecciones presidenciales de EE.UU. de 2012, 2016 y 2020. Luego comparó sus votos con los de los humanos reales que tenían características similares, según los datos del Estudio Nacional Electoral Estadounidense (ANES). Los resultados mostraron una alta coincidencia entre la intención de voto de la IA y la de los humanos, lo que sugiere que la IA puede emular la consciencia humana a la hora de tomar decisiones políticas.

- Otro estudio de la Universidad de Stanford utilizó las imágenes de Google Street View para estimar el voto de los ciudadanos a partir de los coches que aparecían en ellas. Los investigadores usaron técnicas de visión por computador basadas en el aprendizaje profundo para identificar la marca, el modelo y el año de los vehículos, y luego los relacionaron con atributos socioeconómicos como ingresos, raza o educación. Así pudieron inferir el perfil demográfico y político de las zonas donde se tomaron las fotos y predecir el voto en las elecciones presidenciales de 2016 y 2020.

Estos casos ilustran cómo la IA puede ser una herramienta útil para entender mejor las preferencias y tendencias electorales de la población, así como para diseñar estrategias políticas más efectivas y personalizadas. Sin embargo, también plantean algunos desafíos éticos y legales que deben ser considerados, como el respeto a la privacidad, la transparencia, la veracidad y la responsabilidad de los datos y algoritmos utilizados. La IA no debe ser vista como un sustituto de la voluntad popular, sino como un complemento que puede ayudar a mejorar la calidad democrática y la participación ciudadana.

La Inteligencia Artificial (IA) es una herramienta cada vez más utilizada en el ámbito político, especialmente en los procesos electorales. La capacidad de analizar grandes cantidades de datos, generar contenidos personalizados y difundir mensajes a través de las redes sociales ha convertido a la IA en un aliado estratégico para las campañas políticas. Sin embargo, también implica riesgos y desafíos para la democracia, la transparencia y la ética.

Uno de los usos más comunes de la IA en las elecciones es el llamado microtargeting, que consiste en segmentar a los potenciales votantes según sus características demográficas, preferencias, intereses y comportamientos. Esta técnica permite enviar mensajes adaptados a cada perfil, buscando persuadirlos, movilizarlos o desalentarlos de votar por determinado candidato o partido.

Un ejemplo de esto se dio en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016, cuando la consultora Cambridge Analytica utilizó los datos de millones de usuarios de Facebook para crear perfiles psicológicos y enviarles publicidad política dirigida. En función del resultado, estimaron los ingresos, la raza o la educación de los votantes, para después establecer la relación con un partido u otro, y así arrojaban proyecciones para dibujar una ‘terna’ de candidatos favoritos.

Otro uso de la IA en las elecciones es la generación de contenidos falsos o manipulados, conocidos como deepfakes. Estos son videos, audios o imágenes que se crean o modifican mediante algoritmos que imitan la voz, el rostro o el gesto de una persona real. El objetivo es hacer creer que esa persona dijo o hizo algo que nunca ocurrió, con fines de desinformación, desprestigio o propaganda.

“Las campañas por medios tradicionales tienen un tratamiento mas institucional, la Cámara Electoral revisa los spots y demás, hay un control; pero si yo quiero mandar un flyer por WhatsApp no tengo que pedir permiso a nadie. Esa campaña por viralidad no está monitoreada por nadie”, explica Ernesto Mislej, cofundador y jefe de sección de la empresa 7Puentes.

Usando imágenes preexistentes, sean en audio o video, se puede generar un mensaje completamente nuevo y verosímil. Se trata de una vieja táctica que viene exportada del phishing y el vishing. Y dice, que hoy la barrera de entrada para utilizar esta tecnología es muy baja.

“Antes había que tener ganas, dinero y conocimientos, hoy es solo ganas. Casi cualquier persona en su casa puede generar un deep fake de audio o video que sea lo suficientemente creíble”.

El uso de la IA en las elecciones plantea varios desafíos para la sociedad y las instituciones. Por un lado, puede afectar el derecho a la información veraz y el pluralismo político, al generar confusión, desconfianza y polarización entre los ciudadanos. Por otro lado, puede vulnerar la privacidad y el consentimiento de los usuarios, al recopilar y utilizar sus datos personales sin su conocimiento o autorización.

Ante este escenario, es necesario establecer mecanismos de regulación, control y sanción para prevenir y combatir los abusos y malas prácticas de la IA en las elecciones. El desafío, más allá de la gestión de la Inteligencia Artificial en las elecciones, está en que órganos rectores como el Congreso y las leyes colombianas deben actuar pronto para reglamentar los alcances.

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