La transformación significativa de una junta empieza por las mejoras elementales.
Juntas directivas y asesoras, en empresas y otro tipo de organizaciones, han tenido recientemente la oportunidad de incrementar su impacto desde el ejercicio de su rol dadas las circunstancias que hemos vivido. Y todo indica que la seguirán teniendo en el futuro próximo tanto por las perspectivas del entorno como por el papel más activo que estructuralmente han asumido. Es posible que esta evolución no haya sucedido en todas las empresas, pero es evidente en muchas de ellas y debería ser un objetivo en las que siguen teniendo en su junta un observador pasivo.
La consultora McKinsey publicó hace dos meses un estudio internacional que involucró a 1.054 miembros de junta directiva, e identificó que los directorios que incrementaron visiblemente su impacto para sus organizaciones, medido por la creación de valor desde las decisiones tomadas en ese foro, mejoraron en 4 prácticas: los directores buscan y aportan información adicional a la que les comparte el equipo ejecutivo, los nuevos directores reciben una inducción robusta que les permite ejercer su rol efectivamente de forma inmediata, la junta en su conjunto lleva a cabo periódicamente un ejercicio de evaluación, y el presidente de la junta ejerce su rol de manera pertinente y efectiva.
En mi actividad como consultor, dentro de la cual he acompañado a numerosas juntas directivas y asesoras en su proceso de autoevaluación colectiva, he identificado oportunidades de mejora básicas, recurrentes y de alto impacto, que les comparto en tanto pueden servir de guía para que en estos órganos sus integrantes hagan una exploración inicial de sus posibilidades propias.
Las juntas directivas y asesoras mejoran si sus miembros tienen claro su rol y se forman en conceptos básicos de gobierno corporativo. Así mismo, cuando sus integrantes conocen la estrategia de la empresa u organización, y los temas prioritarios alrededor de ella para hacerles seguimiento. La preparación de los directores antes de la sesión es clave, así como plantear una agenda con un número razonable de temas que permita su participación activa.
Es buena práctica evitar sesiones muy cortas, menos de dos horas, o muy extensas, más de 5 horas. La actuación correcta de quien ejerza la presidencia de la junta es fundamental, y para lograrla todos los integrantes deben tener claro el alcance de esa posición. El control de las tareas pendientes, en una bitácora aparte de las actas, es básico para su seguimiento y ejecución.
Y dos recomendaciones críticas para mejorar una junta y convertirla en estratégica: invertir más tiempo hablando del futuro que del pasado, y más tiempo discutiendo que recibiendo presentaciones. La transformación significativa de una junta empieza por las mejoras elementales.
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